viernes, 21 de noviembre de 2008

Comunicado ante los hechos acaecidos en Barcelona

Desde Zaragoza, la Asamblea Contra la Privatización de la Universidad (ACPU), quiere mostrar su apoyo y solidaridad con todos los compañeros heridos durante las reivindicaciones contra el plan Bolonia en Barcelona. La ACPU considera necesario condenar la brutal represión policial de la que fueron víctimas los manifestantes por parte de los mossos.

Estos hechos demuestran la poco o ninguna disponibilidad de las autoridades políticas y educativas para afrontar con democracia, debate y participación estudiantil la instauración del proceso de Bolonia, y su intención de imponerlo a la fuerza y, en este caso, con violencia.

También queremos mostrar todo nuestro apoyo a los compañeros que siguen encerrados en el rectorado de la Universidad de Barcelona como protesta contra el plan Bolonia.

Comunicado ante los hechos acaecidos en Barcelona

Desde Zaragoza, la Asamblea Contra la Privatización de la Universidad (ACPU), quiere mostrar su apoyo y solidaridad con todos los compañeros heridos durante las reivindicaciones contra el plan Bolonia en Barcelona. La ACPU considera necesario condenar la brutal represión policial de la que fueron víctimas los manifestantes por parte de los mossos.

Estos hechos demuestran la poco o ninguna disponibilidad de las autoridades políticas y educativas para afrontar con democracia, debate y participación estudiantil la instauración del proceso de Bolonia, y su intención de imponerlo a la fuerza y, en este caso, con violencia.

También queremos mostrar todo nuestro apoyo a los compañeros que siguen encerrados en el rectorado de la Universidad de Barcelona como protesta contra el plan Bolonia.

martes, 11 de noviembre de 2008

Huelga 13 Noviembre




La descomposición de la Universidad

El "proceso de Bolonia" pretende facilitar la incorporación de los licenciados a la sociedad. En realidad, esconde tras sus promesas un zarpazo que puede ser mortal para las estructuras de la enseñanza pública

Como sucede a menudo en política, la manera más segura de acallar toda resistencia contra un proceso regresivo y empobrecedor es exhibirlo ante la opinión pública de acuerdo con la demagógica estrategia que consiste en decirle a la gente, a propósito de tal proceso, exclusivamente lo que le agradará escuchar. Así, en el caso que nos ocupa, las autoridades encargadas de gestionar la reforma de las universidades que se está culminando en nuestro país -sea cual sea su lugar en el espectro político parlamentario- han presentado sistemáticamente este asunto como una saludable evolución al final de la cual se habrá conseguido que la práctica totalidad de los titulados superiores encuentren un empleo cualificado al acabar sus estudios, que los estudiantes puedan moverse libremente de una universidad europea a otra y que los diplomas expedidos por estas instituciones tengan la misma validez en todo el territorio de la Unión.

Una vez establecido propagandísticamente que el llamado "proceso de Bolonia" consiste en esto y solamente en esto, nada resulta más sencillo que estigmatizar a quienes tenemos reservas críticas contra ese proceso como una caterva de locos irresponsables que, ya sea por defender anacrónicos privilegios corporativistas o por pertenecer a las huestes antisistema del Doctor Maligno, quieren que siga aumentando el paro entre los licenciados y rechazan la homologación de títulos y las becas en el extranjero por pura perfidia burocrática. Vaya, pues, por adelantado que el autor de estas líneas también encuentra deseables esos objetivos así proclamados, y que si se tratase de ellos nada tendría que oponer a la presente transformación de los estudios superiores.

Sin embargo, lo que las autoridades políticas no dicen -y, seguramente, tampoco la opinión pública se muere por saberlo- es que bajo ese nombre pomposo se desarrolla en España una operación a la vez más simple y más compleja de reconversión cultural destinada a reducir drásticamente el tamaño de las universidades -y ello no por razones científicas, lo que acaso estuviera plenamente justificado, sino únicamente por motivos contables- y a someter enteramente su régimen de funcionamiento a las necesidades del mercado y a las exigencias de las empresas, futuras empleadoras de sus titulados; una operación que, por lo demás, se encuadra en el contexto generalizado de descomposición de las instituciones características del Estado social de derecho y que concuerda con otros ejemplos financieramente sangrantes de subordinación de las arcas públicas al beneficio privado a que estamos asistiendo últimamente.

Habrá muchos para quienes estas tres cosas (la disminución del espacio universitario, la desaparición de la autonomía académica frente al mercado y la liquidación del Estado social) resulten harto convenientes, pero es preferible llamar a las cosas por su nombre y no presentar como una "revolución pedagógica" o un radical y beneficioso "cambio de paradigma" lo que sólo es un ajuste duro y un zarpazo mortal para las estructuras de la enseñanza pública, así como tomar plena conciencia de las consecuencias que implican las decisiones que en este sentido se están tomando. De estas consecuencias querría destacar al menos las tres que siguen.

1. La "sociedad del conocimiento". Este sintagma, casi convertido en una marca publicitaria que designa el puerto en el que han de desembarcar las actuales reformas, esconde en su interior, por una parte, la sustitución de los contenidos cognoscitivos por sus contenedores, ya que se confunde -en un ejercicio de papanatismo simpar- la instalación de dispositivos tecnológicos de informática aplicada en todas las instituciones educativas con el progreso mismo de la ciencia, como si los ordenadores generasen espontáneamente sabiduría y no fuesen perfectamente compatibles con la estupidez, la falsedad y la mendacidad; y, por otra parte, el "conocimiento" así invocado, que ha perdido todo apellido que pudiera cualificarlo o concretarlo -como lo perdieron en su día las artes, oficios y profesiones para convertirse en lo que Marx llamaba "una gelatina de trabajo humano totalmente indiferenciado", calculable en dinero por unidad de tiempo-, es el dramático resultado de la destrucción de las articulaciones teóricas y doctrinales de la investigación científica para convertirlas en habilidades y destrezas cotizables en el mercado empresarial. La reciente adscripción de las universidades al ministerio de las empresas tecnológicas no anuncia únicamente la sustitución de la lógica del saber científico por la del beneficio empresarial en la distribución de conocimientos, sino la renuncia de los poderes públicos a dar prioridad a una enseñanza de calidad capaz de contrarrestar las consecuencias políticas de las desigualdades socioeconómicas.

2. El nuevo mercado del saber. Cuando los defensores de la "sociedad del conocimiento" (con Anthony Giddens a la cabeza) afirman que el mercado laboral del futuro requerirá una mayoría de trabajadores con educación superior, no están refiriéndose a un aumento de cualificación científica sino más bien a lo contrario, a la necesidad de rebajar la cualificación de la enseñanza superior para adaptarla a las cambiantes necesidades mercantiles; que se exija la descomposición de los saberes científicos que antes configuraban la enseñanza superior y su reducción a las competencias requeridas en cada caso por el mercado de trabajo, y que además se destine a los individuos a proseguir esta "educación superior" a lo largo de toda su vida laboral es algo ya de por sí suficientemente expresivo: solamente una mano de obra (o de "conocimiento") completamente descualificada necesita una permanente recualificación, y sólo ella es apta -es decir, lo suficientemente inepta- para recibirla. Acaso por ello la nueva enseñanza universitaria empieza ya a denominarse "educación postsecundaria", es decir, una continuación indefinida de la enseñanza media (cosa especialmente preocupante en este país, en donde la reforma universitaria está siguiendo los mismos principios seudopedagógicos que han hecho de la educación secundaria el conocido desastre en que hoy está convertida): como confiesa el propio Giddens, la enseñanza superior va perdiendo, como profesión, el atractivo que en otro tiempo tuvo para algunos jóvenes de su generación, frente a otros empleos en la industria o la banca; y lo va perdiendo en la medida en que el profesorado universitario se va convirtiendo en un subsector de la "producción de conocimientos" para la industria y la banca.

3. El ocaso de los estudios superiores. No es de extrañar, por ello, que el "proceso" -de un modo genuinamente autóctono que ya no puede escudarse en instancias "europeas"- culmine en el atentado contra la profesión de profesor de bachillerato que denunciaba el pasado 3 de noviembre el Manifiesto publicado en este mismo periódico: reconociendo implícitamente el fracaso antes incluso de su implantación, la administración educativa admite que los nuevos títulos no capacitan a los egresados para la docencia, salida profesional casi exclusiva de los estudiantes de humanidades; pero, en lugar de complementarlos mediante unos conocimientos avanzados que paliarían el déficit de los contenidos científicos recortados, sustituye estos por un curso de orientación psicopedagógica que condena a los profesores y alumnos de secundaria a la indigencia intelectual y supone la desaparición a medio plazo de los estudios universitarios superiores en humanidades, ya que quienes necesitarían cursarlos se verán empujados por la necesidad a renunciar a ellos a favor del cursillo pedagógico.

Todos los que trabajamos en ella sabemos que la universidad española necesita urgentemente una reforma que ataje sus muchos males, pero no es eso lo que ahora estamos haciendo, entre otras cosas porque nadie se ha molestado en hacer de ellos un verdadero diagnóstico. Lo único que por ahora estamos haciendo, bajo una vaga e incontrastable promesa de competitividad futura, es destruir, abaratar y desmontar lo que había, introducir en la universidad el mismo malestar y desánimo que reinan en los institutos de secundaria, y ello sin ninguna idea rectora de cuál pueda ser el modelo al que nos estamos desplazando, porque seguramente no hay tal cosa, a menos que la pobreza cultural y la degradación del conocimiento en mercancía sean para alguien un modelo a imitar.

José Luis Pardo es catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Los universitarios se manifestarán contra Bolonia el 13 de noviembre

La asamblea contra la privatización organiza charlas informativas.

06/11/2008 M. VALLÉS


La Asamblea Contra la Privatización de la Universidad organiza durante esta semana una serie de charlas informativas sobre la implantación del plan Bolonia en el campus zaragozano. El objetivo es concienciar a los estudiantes de la importancia de participar en la manifestación contra la adaptación del llamado espacio europeo, que se celebrará el próximo jueves 13 de noviembre. Hoy mismo, en la facultad de Educación se ha convocado una sesión para informar y también movilizar a los universitarios.

Con estos encuentros con los estudiantes, los responsables de la asamblea quieren aclarar y desmitificar algunas creencias que existen en torno al plan Bolonia. Este colectivo, integrado por alumnos, profesores y otros trabajadores del campus, insiste en que la adaptación de los estudios superiores al espacio europeo conllevará una progresiva privatización de la universidad, y no simples modificaciones en la metodología de enseñanza como se ha venido diciendo.

En relación al actual rectorado, esta plataforma estudiantil muestra su oposición a las nuevas cátedras que se están firmando, en su opinión, "de forma opaca" y que suponen "una mercantilización de la educación". En este sentido, subrayan que Bolonia se traducirá en una "elitización" del sistema de enseñanza superior y la "subordinación de las titulaciones a las necesidades empresariales". Ante estas circunstancias, este movimiento ha repartido más de 6.000 dípticos con los que se quiere llamar la atención de los estudiantes sobre la importancia de tomar medidas contra Bolonia. "Estamos preparando la próxima movilización del jueves para contar con el mayor número posible de participantes, tal como sucede en otros lugares de este país o incluso en Italia", indicó José Andrés López, portavoz de la asamblea.


martes, 4 de noviembre de 2008

La universidad invertebrada

El movimiento estudiantil está más adormecido que nunca en el campus de Zaragoza, a pesar de que se intenta reactivar y recuperar el espíritu reivindicativo que siempre ha caracterizado a los que desarrollan estudios superiores.

03/11/2008 MICHEL VALLÉS

Un grupo de estudiantes, ne la reunión de la Asamblea Contra la Privatización de la Universidad.
Foto: RUBÉN RUIZ



Corren tiempos de cambio en la universidad española. Y la de Zaragoza tampoco se escapa. En Madrid o Valencia han saltado las alarmas ante el descenso de la financiación aportada por los gobiernos autonómicos. Allí advierten que llegará una fecha en la que no se podrán pagar ni las nóminas de los profesores. Mientras, en el horizonte más cercano figura la plena adaptación al espacio europeo de todas las titulaciones. Este proceso de adopción del modelo propuesto en el Plan Bolonia ha despertado reticencias y manifestaciones en diferentes puntos de la universidad española, ante el temor de una progresiva privatización del sistema de enseñanza público. Aunque por el momento la capital aragonesa se ha mantenido alejada de estos nuevos vientos reivindicativos.

¿Qué pasa en el campus zaragozano? ¿Los estudiantes están en contra o a favor de Bolonia? ¿Qué queda del espíritu rebelde de los jóvenes? ¿Es posible, o incluso deseable recuperarlo? Se dice a menudo que en estos momentos la sociedad cuenta con la generación más preparada de su historia. Seguramente sea cierto. Aunque también cabría preguntarse si no es también la más pasiva y adocenada.

"La participación de los estudiantes es muy baja. Los que se implican suelen ser gente que ya forma parte de otros colectivos de fuera de la universidad", explica José Andrés López, portavoz de la Asamblea Contra la Privatización de la Universidad (ACPU). "El campus ha dejado de ser el foco rebelde de antaño", admite. Y es que los universitarios cada vez se movilizan por menos causas. "En Aragón estamos por detrás de otras comunidades, como Madrid, Cataluña o el País Vasco, donde existe una mayor cultura política. Están más avanzados, y eso se nota", subraya López. Entre otras cosas porque el caldo de cultivo del movimiento estudiantil se alimenta de lo que sucede en la sociedad que envuelve a la universidad. Y en regiones como Euskadi el debate social de carácter político es mucho más rico y constante que en Aragón.

Carlos Martínez, estudiante de Trabajo Social admite que en Aragón el movimiento estudiantil"está bastante parado". Y a veces "se encuentra muy institucionalizado a través de sindicatos como el de Estudiantes en Defensa de la Universidad Pública (EDU). Creo que faltan colectivos de base, como la Asamblea, aunque la respuesta que reciben es muy escasa". Recuerda que Zaragoza contó, hace unos años, con una activa plataforma de oposición a Ley Orgánica de Universidad (LOU), que luego desapareció. "Ahora queda una labor por delante para intentar rehacerlos", avanza.

Y en eso se está precisamente ahora. La Asamblea Contra la Privatización de la Universidad organiza reuniones que cada vez cuenta con más asistentes. El próximo día 13 de noviembre se ha convocado una manifestación contra el Plan Bolonia. Zaragoza secundará la movilización. "Hay quien dice que falta información. Pero yo no lo creo. Nosotros hemos llegado a repartir 6.000 trípticos sobre la adaptación del espacio europeo en nuestra universidad", apunta José Andrés López. "Yo creo que cada vez hay más concienciación y que la gente empieza a conocer qué significa Bolonia y la privatización que conlleva", asegura Carlos Martínez.

Daniel Jiménez, un investigador del campus zaragozano, se pregunta si realmente existe o no un verdadero movimiento estudiantil, o si este ha volado en los últimos años. "Creo que está por reconstruirse. Políticamente la universidad se ha empobrecido muchísimo. Cuando yo llegué a la facultad en el año 91 había más actividad, ahora está todo muy parado". Para Jiménez el germen que permita el renacimiento del espíritu reivindicativo entre los jóvenes puede ser "el descontento". Y a partir de entonces, una vez se instala el malestar, solo resta canalizarlo"a través de una correcta organización".

Iván Ubico, representante del Sindicato de Estudiantes Independiente (SEI) advierte que, aunque existe una gran desinformación entre los universitarios, "cada vez están más concienciados sobre los peligros de privatización que supone Bolonia". Por parte del sindicato EDU, Manuel Moreno, apunta que la implicación de los alumnos "no es diferente a la que desmuestra el resto de la sociedad por otros asuntos". Y solicita mejores vías de participación.

Sea como fuere, el próximo 13 de noviembre, en la movilización contra el Plan Bolonia se demostrará si la Universidad de Zaragoza se reencuentra con su espíritu reivindicativo. Quién sabe si esta oposición al espacio europeo puede ser la semilla de la que renazca un carácter juvenil alejado de los convencionalismos y de los conformismos. Queda claro, de todas formas, que la institución de enseñanza superior por excelencia precisa del compromiso de los estudiantes para mantener su esencia. Tal como dijo Ortega, la fuerza de cohesión de una nación se basa en la activa participación de todas y cada una de sus partes en "un proyecto sugestivo de vida en común". Así debería ser también la universidad.


Fuente: El periodico de Aragón
Noticia original: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=452455